En el país de Mandela, en la ciudad que albergó a Gandhi,  se termina de escribir el réquiem al Protocolo de Kioto. A pesar de los anuncios que pretenden esconder lo que en realidad está aconteciendo, la verdad es que hoy, los ciudadanos del mundo nos encontramos absolutamente indefensos en términos climáticos.  Aquí en Durban no se ha llegado a ningún acuerdo que implique evitar un calentamiento global que cambie la fisonomía de la Tierra. Por el contrario, las negociaciones se encaminan a permitir duplicar las emisiones de gases efecto invernadero.  Es decir que hoy no existe control alguno sobre la temperatura del  Planeta, ni tampoco existe obligación alguna de los países desarrollados de controlar sus emisiones de gases efecto invernadero. Así las cosas, la humanidad camina hacia el suicidio colectivo. Los últimos informes científicos son contundentes, si no reducimos nuestras emisiones el Planeta se recalentara aproximadamente 4 grados en las próximas décadas. Esto implica para África, por ejemplo, una pérdida del 40% de sus cosechas para el 2020.

El informe sobre glaciares de la academia de ciencias del Vaticano, ha denominado a esta era, la era del «antropoceno» por la influencia del ser humano en la creación de una nueva era geológica. Casi como si fuéramos dioses, dioses no de la creación, sino del colapso. La OCDE informó que por cada dólar que hoy no invirtamos en mitigar los gases de efecto invernadero mañana deberemos invertir cuatro para paliar sus consecuencias. Sin embargo, quienes nos representan adolecen de una miopía intrínseca, como si la naturaleza se acomodara a sus tiempos políticos.

Las negociaciones de Durban, son un fiel reflejo de la famosa novela de Orwell, que describe como Inglaterra se “ocupaba” de los pobres. Así, en el siglo XIX, en el país británico existían los walk away homes, estas casas eran refugios nocturnos que albergaban al pobre por una noche. Le proveían de una taza de té y de 2 rodajas de pan. A la mañana siguiente, el albergado estaba obligado a abandonar el lugar. El próximo refugio se encontraba a 1 día de caminata. Y así el Reino mantenía al pobre ocupado caminando de refugio en refugio. Así han sido las negociaciones de cambio climático, mantener a los negociadores ocupados, de una reunión a otra, mientras los países ricos mantienen el status quo y los pobres más vulnerables, inexorablemente padecen las consecuencias del calentamiento global. Si la intensidad de los tornados aumenta a niveles record, no es lo mismo sufrir el tornado en Haiti que en Francia. ¿Qué hacer en estas circunstancias? A veces un tiro certero es preferible a una larga agonía. La verdad es que la contribución del Protocolo de Kioto para evitar el calentamiento del planeta ha sido prácticamente nula. Por lo tanto un segundo periodo de este mismo Protocolo que no obligara a los Estados Unidos, ni a Rusia, ni a Japón, ni a China, ni a Canadá poco implica para el equilibro del  Planeta Tierra. Quizás lo óptimo sería ocuparse ya mismo de aquellos gases que afectan especialmente los denominados punto de desequilibrio climático, para evitar catástrofes climáticas inusitadas a nuestros hijos y al mismo tiempo comenzar a construir un sistema que incluya a los principales contaminadores.

Aun estamos a tiempo de actuar para que nuestros hijos hereden al menos un planeta en el mismo estado en el que nosotros los recibimos. Pero para ello hace falta liderazgo y un profundo amor por el ser humano y su Madre Tierra. Dos condiciones que distinguían a Mandela y a Gandhi pero que están totalmente ausentes en nuestros representantes en las negociaciones por la Tierra.

Romina Picolotti, Presidente Fundación CEDHA

[email protected]

www.cedha.org.ar